sábado, 12 de mayo de 2018

A propósito de John Berger



                             
                               Figura 1: Jean-Baptiste Greuze, El hijo castigado,1778

                             
                                      Figura 2: Fotografía de David Kirby, 1990.

Tenemos dos imágenes anexas (Fig.1, Fig.2) que a simple vista podrían estar representando el mismo escenario. Ambas de carácter melodramático en el que el sufrimiento de unos personajes se hace evidente por la detallada representación de sus rostros. Un individuo enfermo es rodeado por una serie de familiares, cuyo estado actual anticipa una muerte inminente. Sin embargo, ambas imágenes se insertan en contextos históricos y sociológicos totalmente distintos. Si bien, la (Fig.2) iconográficamente hace referencia (quizás de manera inconsciente por parte de la fotógrafa) a numerosas obras de arte antiguo que permanecen en nuestro repertorio visual (como la Lamentación sobre cristo muerto de Mantegna o Cristo muerto en la tumba de Holbein), o incluso con imágenes que Bill Viola incluye en su video Emergence (2002), sin embargo, ambas figuras no pueden cumplir la misma función. A pesar de estas similitudes en la forma de representar, y a pesar de que la (Fig.2) utilice cualidades y características que vemos de manera espontánea en la pintura al óleo de Greuze (Fig.1). Como dice Berger, lo que sabemos o lo que creemos hoy, afecta al modo en el que vemos las cosas de hoy y del pasado. Si además ligamos esta idea de Berger a la de Foucault en la que dice que “solo pensamos lo que podemos”, y a la de Wölfflin en la que “no todo es posible en todos los tiempos”, podríamos llegar a la conclusión de que una imagen como la Fig.2 en el contexto de la Fig. 1 sería imposible, porque la finalidad de la imagen publicitaria (además de que la fotografía todavía no existía) era, primero conseguir un gran impacto social por parte de la marca, y segundo significar la enfermedad del Sida (surgida en los años 90 y no antes y ni imaginada) e intentar cambiar su percepción negativa. Por otro lado, la importancia de la obra de Greuze, no fue tanto significar la enfermedad del personaje, la cual desconocemos, sino la de introducir en los circuitos artísticos de la Francia del siglo XVIII, una escena burguesa de carácter cotidiano e intrascendente. Para la época de Greuze, la introducción de estos temas suponía una ruptura de los convencionalismos y de los “modos de ver” de la época, lo que conllevó a la muerte del género de historia, que era el dominante y hegemónico hasta ese momento, además de ser el más habitual en las academias.